Para
escribir e identificar el problema tengo que volver a mi juventud, en la que
los referenciados eran el Bien y el Mal, es decir, los actuales Trump y Kim
Jong-un. Ahora anda tanteando a ver
quien comienza la Guerra Final “Amarillos contra Blancos”. En algunos estados
norteamericanos está permitido la pena de muerte, siempre se elige a un pueblo
pequeño que ve el gran negocio que representan las ejecuciones, pues la cárcel
se rodea de un público ávido de emociones y oraciones. Y mira por dónde, un
juez ha prohibido las ejecuciones en el estado, ya que la inyección letal hacía
un efecto relativo y los condenados sufrían más de lo previsto. En este momento
hay 9 condenados a muerte de ejecución inmediata, pero el juez dice que no,
hasta que se perfeccione la inyección preliminar. Un grave problema para el
sistema norteamericano de justicia. Ahí aparece el anteriormente citado Buck
Jones, quien decide por la falta de inyección, el fusilamiento en vivo, pena
contra la que no hay sustituta. Y ya la tenemos armada, los americanos con sus
cañones y los amarillos con los suyos.
Mientras
tanto los españoles nos dedicamos a matarnos con rebujitos y las escopetas son
de feria de tercera para acertar a cualquier patito.
Se me ocurre
para ayudar a unos y otros cargar un gran barco de violadores, pederastas,
políticos y otros similares, para que vayan haciendo allí pruebas de tiro. Y
aquí tengan esperanza de ascenso laboral auxiliares y gente sin salida
profesional. No se puede decir que soy cruel en la lucha contra Norteamérica,
matamos al caudillo Caupolicán mediante empalamiento. Y contra los amarillos no
podemos olvidar la muerte de William Holden en el ataque a los puentes de
Toko-rí. También se me ocurre que sería bueno dotar de sillas, como la de
Caupolicán, a muchos congresistas y similares.
Esperemos que haya paz como predicaba Manitu.
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