martes, 6 de noviembre de 2012

CARAMELITO Y YO


He visto en televisión el spot publicitario de una película cuyo protagonista es un osito de peluche de gestos horribles y con un vocabulario propio de taberna portuaria frecuentada por la Legión Extranjera e individuos patibularios. Sus palabras me han hecho un daño irreparable y me han obligado a tomar una decisión muy dura que después explicaré.

 Era Caramelito un osito de peluche al que una de mis hijas dotó de una voz simpática que le servia para comunicarse con el resto de la familia. Caramelito era como el periódico domestico, gracias al cual, te enterabas de cosas tan variadas como el saber que había sucedido a lo largo de la jornada enfatizando en aquellos temas más candentes y también era el encargado de hacerme llegar peticiones diversas del clan infantil. Cosas que les gustaría hacer o cosas que hacían a regañadientes y con las que no estaban de acuerdo. Muchas veces Caramelito me avisó de que no estaba el horno para bollos ni para tonterías paternales. Era también el altavoz sindical de derechos infantiles que yo no respetaba, pero siempre con un lenguaje exquisito lejos del expresado por los dobladores españoles en la película citada al comienzo. En mi casa aprendimos, todos los mayores, a respetar a nuestras mascotas y había un montón. Caramelito, Osituri, Calimero, Nunú y una larga lista de ratones con los que había que tener especial cuidado al tomar el ascensor por si alguno se quedaba fuera. Después llegaron las Barbies. Cada una con su tratamiento.
Pues bien, lo creadores del film, me han matado mis recuerdos más queridos. Y por ello tienen que pagar. No se puede ir por la vida matando sin recibir castigo.
Dentro de unos días saldrán hacia Senegal. Un grupo de negros atléticos y de blanca dentadura les van a enseñar durante quince días el desarrollo agrícola del país, fundamentalmente la riqueza en la variedad de nabos y como calibrar diámetro y longitud aprovechando visitas como las de ellos, “Cultos hombres blancos”.  No se cuales serán los proyectos cinematográficos de estos aprendices de coyote, lo que si puedo asegurar es que no podrán sentarse para hacerlos.

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