Noches sin bullicios, serenas en un ambiente de variedad continuada. Noches sin temores absurdos en las que todo el que te encuentres te saludará con agrado e incluso te abrazara sin que dudes de su realidad.
Y necesitamos muchas noches blancas que desplacen tantas y tantas noches negras, ya lejanas, pero tan vividas.
Son imprescindibles noches blancas de hijos y nietos, sin protocolo, sin cenas de cartón piedra y sin “amigo invisible” que, como todo lo impalpable, te deja frío.
Noches sinceras, verdaderas noches de paz. Sin obligaciones sociales, sin imposiciones gestuales.
Sin obligados cumplimientos. Con apretones de mano que se transmiten al corazón y que este recibe con anhelo.
Desgraciadamente son muy pocas esas noches, por lo que rápidamente volverán las calles a ser peligrosas y transitadas por ciudadanos que unánimemente piensan en positivo, frase de moda, sin darse cuenta que si todos lo hacen, las leyes de la Física les obligara a repelerse. Para que haya atracción son necesarios polos de distintos signos.
Bienvenidas sean las noches blancas creadas por el corazón aunque después las sigan noches negras, enturbiadas por la mente, pero claramente perdedoras por que en septiembre, con un beso amoroso, volverán nubes nuevas para hacerte feliz… Y esperándolas habremos sobrevivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario